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Columna de Opinión

  • Johanna Vásquez
  • 23 may 2017
  • 3 Min. de lectura

Del conflicto a la reconciliación.

Después de vivir una guerra de más de cincuenta años en la que hubo dolor, sufrimiento, sangre, desplazamientos forzosos, genocidios, abusos sexuales y demás patrañas, el Gobierno y las Farc decidieron generar una transformación social, una transformación que como todo tema político-social tiene sus opositores, élites populistas que dijeron NO a la paz, y quienes en la actualidad pretenden llegar al poder imponiendo nuevamente el miedo y el rencor a la sociedad.


Si damos un paso en el tiempo, nos daremos cuenta de que la paz era necesaria en Colombia, después de tanta barbarie cometida, y más importante aún, llegar a un consenso social que permita el acceso a la reconciliación, no solo de las víctimas de este conflicto armado, sino de toda una sociedad, para que haya una reincorporación a la vida civil de estas personas que participaron en el conflicto.


Durante este arduo proceso de diálogo entre el Gobierno y las Farc, se decidió crear un ente, aun así con la abstención del Polo Democrático; que investigara, esclareciera, juzgara y sancionara las graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra; la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz), que hiciera parte de todo un sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición (SIVJRNR) Un órgano del cual muchos ciudadanos no tienen conocimiento, y caen en las falacias de las redes sociales; como la supuesta impunidad de los delitos cometidos por este grupo insurgente, una mentira que manipula a los individuos que carecen de información y de pedagogía por parte del Estado. Esta entidad cuenta con un Tribunal de Paz, para ejercer un veredicto final en cuanto a la sentencia de cada persona que participó directa e indirectamente en el conflicto armado, claro, con su debido proceso investigativo. Es decir, que no hay impunidad, porque la JEP es la encargada de luchar contra esta; así que si estos populistas tanto de izquierda como de derecha dicen lo contrario en sus redes, no caigan en la trampa de su poderío y en la fachada de su cleptocracia.


Hay que discernir entre los entes que se
implementaron en el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y con la Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a estos últimos se aplicó la Legislación Especial con la Ley de Justicia y Paz, sin utilizar la Refrendación popular, mientras que con los acuerdos de paz establecidos en la Habana Cuba, se usó la Refrendación para dar validez al documento y por medio del Fast Track, se permitió acortar el tiempo del trámite, y acelerar el proceso.

Y entonces muchos se preguntarán por las víctimas, para estos casos existe la Justicia Transicional, para la protección del derecho de estas personas a la verdad, la justicia y la reparación, con un objetivo principal, mantener viva su memoria. De hecho el 9 de abril del presente año, Colombia celebró por primera vez el día nacional de las víctimas, un homenaje a las personas golpeadas por la guerra, un encuentro para conmemorar su dignidad; pero como siempre el senador Álvaro Uribe Vélez, junto con su hinchada del Centro Democrático, apareció con su cotidiano egocentrismo entre los asistentes al evento, y alborotó el avispero, todo porque según él le denegaron su derecho a la réplica, que comportamiento tan pueril en un suceso tan importante.


Al colombiano le interesa ver a cada integrante del grupo insurgente tras las rejas, y eso es respetable, pero ¿qué pasa con los ladrones de cuello blanco, los corruptos que le roban el erario al Estado? ¿Están en la cárcel? la mayoría de ellos cuenta con el beneficio de la casa por cárcel, o simplemente están en el Centro de Estudios Superiores de la Policía Nacional (Cespo), un lugar lleno de zonas verdes, casinos, cafeterías y muchas más comodidades; es decir, tras de que le roban al Estado (o sea a nosotros) ¿se van a un club a descansar?, que belleza; entonces qué clase de justicia estamos buscando, una justicia para unos pocos, y el resto ¿qué? debemos ser conscientes de esta problemática, si queremos paz, es necesario empezar por cada uno de nosotros y por hacer una verdadera justicia, sin excepción.


Pero para lograr la paz en Colombia, no es solamente dejar las armas sino también el odio, estamos inmersos en una dinámica de rencor y venganza, o tal vez de miedo, un sentimiento que ha aumentado con el discurso de las élites, que solo buscan poder y popularidad, ¿Qué clase de personas hay en el poder que en vez de paz quieren guerra? O es que ¿pretenden seguir sembrando odio en los colombianos? Si no hay respeto por las diferencias, la paz se convertirá en un discurso vacío.


 
 
 

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